jueves, 11 de abril de 2013

La maladie de la mort, Marguerite Duras


La máquina de carne es prodigiosamente exacta. 
Inclinado sobre ella, inmóvil, la mira. Sabe que podría disponer 
de ella a su antojo, de la forma la más peligrosa. No lo hace. 
Por el contrario acaricia el cuerpo con la misma suavidad que si 
incurriera en el peligro de la felicidad.
Su mano se encuentra sobre el sexo, entre los labios que se rajan,
allí es donde ella acaricia.
Usted mira la hendidura de los labios y lo que los rodea, el 
cuerpo entero. No ve nada.

Quisiera verlo todo de una mujer, hasta donde eso pudiera
hacerse. No ve que esto le es imposible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario